"A hablar sin miedo del miedo, y a pensar que no solo usted sufre de eso".

EL miedo al rechazo es una epidemia global

El miedo es un lugar común, pero solitario. Es una emoción primaria y TODOS los seres humanos lo sentimos, sin embargo, pocas veces lo aceptamos. Cuando entendí que no soy la única que sufre de miedo, supe que aceptarlo es el primer paso para combatirlo.

La primera vez que me invitaron a dar una conferencia, experimenté lo más parecido al sentimiento que tuve cuando decidí emprender; PÁNICO. Llegando a la Plaza de los Artesanos, le dije a mi mamá que diera la vuelta. Íbamos las dos en el carro, y una hora antes de mi presentación, sentí que me iba a morir del susto. Me sudaban las manos y estaba histérica. Pensé que todo lo que iba a decir era un sin sentido. Que nadie iba a oírme, que se iban a salir del auditorio, que me iban a chiflar y tirar tomates. Sí, así de ridículo… tomates. Tengo que aceptar que solamente logré llegar a la charla, porque mi mamá se rehusó a volver a la casa y prácticamente me montó al escenario.

Cuando me subí a la tarima, el corazón se me iba a salir por la boca y casi no encuentro las palabras para arrancar. Tartamudeé y torpemente logré sacar de mi boca lo que había preparado. Para mi sorpresa, la gente se conectó. Muchos me oyeron atentamente; se rieron de las locuras que dije y notaron cuando se me aguaron los ojos al ver a mi mamá en primera fila. Mi primera conferencia tuvo un final feliz, de los 500 asistentes solo un par se salieron durante la charla… no hubo tomates. Tengo que agradecerle enormemente a Alejandra Melo de la Corporación Mundial de la Mujer porque no solo me invitó a dar mi primera charla, sino que me convenció de que la gente sí quería oír lo que yo tengo para decir.

El miedo al rechazo público me mostró que siento ese miedo en mayor o menor medida todos los días de la vida. El pánico inexplicable antes de arrancar algo nuevo. La posibilidad de ser rechazado, de fracasar en el intento de hacer algo que me sueño, de que no salgan las cosas como estaban planeadas. La improvisación cuando se olvida parte del discurso, o cuando se viene una idea nueva a la cabeza. Hacerle frente a reacciones encontradas, a que no todo el mundo entienda lo que quiero decir o que directamente me contradigan. Exponerme a una o mil personas para ser vulnerable… porque eso hacemos todos los días. Nos enfrentamos con situaciones que nos retan, que tienen la posibilidad de fracasar… y muchos de nuestros miedos nunca se cumplen. Otros sí, y entonces tenemos que aprender a manejar la frustración y a volver a intentar.

El miedo al rechazo es una epidemia global. Cuando entendí que no soy la única que sufre de ese mal, hice las paces con el miedo. Cada vez que me enfrento a algo que me asusta, pienso también en lo que puede salir bien… y entonces lo que puede salir mal es menos importante.

Esta es una invitación colectiva a reconocer el miedo, a enfrentarlo sin vergüenza. A hablar sin miedo del miedo, y a pensar que no sólo usted sufre de eso.