
Estoy convencida que cuando uno habla mal del vecino, en realidad habla peor de uno que del vecino. Por eso creo en una teoría sencilla pero extraña en un mundo donde poco se celebran los logros ajenos; hablar bien del vecino habla mejor de uno que del vecino.
Cada vez que oigo a alguien hablar mal de otro que no está presente, me queda la duda ¿Cómo hablará de mí cuando esté ausente? Al conversar con estos personajes que destruyen el nombre de otros, me cambia la actitud completamente. Me pongo incómoda y empiezo a cuidar todo lo que digo y hago, porque seguramente será usado en mi contra.
Por lo contrario cuando me encuentro con alguien de palabras generosas y agradables, me conecto. Me queda una energía amable y potente. Por eso creo en el poder de las palabras. Creo que tienen el capacidad de multiplicar lo bueno y de mostrar el lado generoso y sincero. Me hacen creer en la buena onda y se me contagian las ganas de ver prosperar a alguien más.
Emprender me ha enseñado que criticar es el peor camino para crecer y que por lo contrario es de grandes celebrar los logros ajenos y admirar a quienes nos rodean.
Aquí 5 razones para ADMIRAR abiertamente al vecino y potenciar a quienes te rodean.
1. La mejor publicidad es el voz a voz. Cuando uno habla bien del trabajo que hace un amigo, habla mil veces más que cuando el amigo habla bien de su propio trabajo.
2. Sé un ave de buen agüero, un multiplicador de lo bueno. Esa buena energía es poderosa, contagiosa y multiplicadora.
3. Cuando generas conexiones de valor, ayudas a la gente a crecer. Recomienda a la gente. Busca conectar a las personas que conoces y crees que deberían conocerse. Abre espacios para crear nuevas relaciones y oportunidades.
4. Todo se transforma. Todo lo que uno dice de su vecino, vuelve de una u otra manera. (La ley del karma está presente aunque uno no la quiera ver).
5. Reconoce los logros de tu competencia. Habla con respeto del trabajo de otros que hacen lo mismo que tú. Eso refleja seguridad y realismo. Uno no es el único que lo hace bien.
Emprendiendo entendí que restarle al vecino no me suma, y que sumarle al vecino no me resta. Que cuando no hay nada bueno para decir, es mejor no decir nada y que admirar el trabajo ajeno debería ser la regla y no la excepción.
Valentina Giraldo Henao